Marcas de jugos, gaseosas y golosinas extintas que marcaron nuestra merienda escolar

La merienda escolar no era solo un momento para calmar el hambre entre clase y clase.
Era un ritual generacional, un acto casi sagrado donde intercambiábamos golosinas como si fueran tesoros, donde los jugos de cajita y las gaseosas de sabores imposibles se convertían en moneda de cambio.
Ese universo de sabores brillantes, envoltorios llamativos y promesas de energía instantánea ha ido desapareciendo, víctima de cambios regulatorios, fusiones corporativas y nuevas tendencias de consumo.
Pero su huella sigue ahí, grabada en la memoria de quienes crecimos entre los años 90 y principios de los 2000.
Según datos de Statista (2024), el mercado de snacks infantiles ha reducido un 34% su oferta de productos altamente procesados desde 2010.
Sin embargo, el 89% de los adultos entre 25 y 40 años recuerdan con cariño al menos una marca desaparecida asociada a su merienda escolar.
¿Qué hizo que estos productos, tan omnipresentes en su época, se esfumaran? ¿Por qué los extrañamos tanto, incluso sabiendo que muchos no pasarían los estándares nutricionales actuales?
1. La era dorada de las golosinas escolares: Un paisaje en extinción
En los recreos de los 90, los bolsillos se llenaban de monedas para comprar chicles de dinosaurio, chocolates con juguetes y refrescos que brillaban como joyas.
La merienda escolar era un acto de autonomía, donde los niños tomaban sus primeras decisiones de consumo.
Marcas como Tutsi Pop en México o Frutillitas en Argentina no solo vendían productos, sino experiencias. El simple acto de abrir un paquete y encontrar un sticker o un tatuaje temporal era parte de la magia.
Hoy, en la era de lo orgánico y lo “libre de”, esos excesos parecen de otro planeta.
Un caso emblemático es el de Bimboletes, unos pequeños panecillos rellenos de chocolate que desaparecieron en 2015 tras cambios en las regulaciones de etiquetado.
Su fórmula, cargada de azúcar y grasas, ya no tenía cabida en un mundo obsesionado con el clean eating.
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Pero no todo fue culpa de las leyes. Algunas marcas simplemente no supieron adaptarse.
Mamut, el refresco colombiano que competía con Coca-Cola, cayó en el olvido por falta de inversión en marketing. Su eslogan “El gigante del sabor” no fue suficiente para salvarlo.
2. Jugos y gaseosas: merienda escolar

¿Quién no recuerda esos jugos de tetrabrik que sabían a fruta, pero no a ninguna fruta conocida? Eran líquidos fluorescentes, casi mágicos, que prometían vitaminas y energía.
La merienda escolar no estaría completa sin ellos.
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Hit, en México, era una institución. Sus botellitas de jugo con popote incluido eran un éxito hasta que la guerra contra el plástico las condenó. Hoy, sobrevive en formato “eco-friendly”, pero ya no es lo mismo.
En Argentina, Cepita dominó los recreos con su mezcla de jugo y pulpa, hasta que la marca fue absorbida por Coca-Cola y reformulada. Los puristas dicen que el sabor cambió para siempre.
3. Golosinas extintas (merienda escolar)
Los dulces eran la moneda de cambio en los patios escolares. Desde los Rockaletas hasta los Bubbaloo, cada país tenía sus íconos. Pero muchos han desaparecido sin explicación.
Chocman, en Chile, era un chocolate en polvo que se comía a cucharadas. Su desaparición en 2018 dejó un vacío que ninguna marca ha logrado llenar.
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En España, Bollycao pasó de ser un clásico a un producto nicho, luego de que su fórmula fuera modificada para reducir el azúcar. Los fans más antiguos aseguran que ya no sabe igual.
4. ¿Podrían volver? El fenómeno del revival nostálgico
Algunas marcas han regresado gracias a la presión de los consumidores. Surge, en EE.UU., es un caso de éxito. ¿Podría pasar lo mismo en Latinoamérica?
En Brasil, Frukt relanzó su clásico jugo en polvo tras una campaña en redes. El producto se agotó en horas.
5. El impacto cultural: Cómo estas marcas definieron una generación

Las marcas extintas de la merienda escolar no solo vendían productos, sino que moldeaban identidades.
Eran símbolos de pertenencia, objetos de deseo que circulaban en los patios como si fueran pequeñas reliquias. ¿Quién no recuerda el prestigio de llevar el jugo de moda o el chocolate más exclusivo en el lonchera?
Estos productos trascendieron su función alimenticia para convertirse en piezas clave de la cultura pop infantil. Programas de televisión, álbumes de stickers e incluso juegos de mesa se inspiraron en ellos.
La golosina Choco Manis, por ejemplo, tuvo su propia serie animada en Venezuela a principios de los 2000, demostrando cómo lo comercial y lo cultural se entrelazaban.
Hoy, en la era digital, los memes y los grupos de Facebook dedicados a recordar estas marcas son prueba de su legado.
Un estudio de la Universidad de Lima (2024) reveló que el 62% de los usuarios entre 30 y 45 años siguen páginas nostálgicas sobre golosinas extintas.
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La merienda escolar de antaño ya no se vive en los recreos, pero sobrevive en el imaginario colectivo como un tesoro generacional.
Conclusión: Más que un simple snack, un pedazo de nuestra historia
La merienda escolar de aquellos años fue mucho más que azúcar, colorantes y calorías vacías.
Fue un lenguaje compartido entre generaciones, un ritual que nos enseñó a socializar, negociar y hasta desarrollar nuestros primeros gustos personales.
Esos productos extintos hoy nos parecen excesivos, incluso peligrosos para los estándares nutricionales actuales, pero encapsulan algo invaluable: la esencia pura de la infancia en una época donde lo analógico todavía dominaba nuestros pequeños universos.
¿Por qué, entonces, seguimos recordándolos con tanto cariño?
Quizás porque representan algo que va más allá del sabor: la libertad del recreo, la emoción de abrir un envoltorio desconocido, la complicidad de intercambiar golosinas como si fueran tesoros.
En un mundo donde lo “saludable” ha ganado la batalla comercial, extrañamos esa dosis de caos dulce que convertía la merienda escolar en un momento de pura felicidad despreocupada.
Las marcas desaparecidas nos dejaron una lección: los productos alimenticios pueden morir, pero las experiencias que crearon permanecen.
Tal vez por eso, cada cierto tiempo, resurge el clamor por revivir algún clásico olvidado. No es solo nostalgia por el sabor, sino por todo lo que representaba.
La próxima vez que veas a un niño comiendo un snack “orgánico” y “libre de”, pregúntate: ¿qué recuerdos alimenticios llevará consigo cuando sea adulto?
¿Tendrá algo que evoque con tanta fuerza como nosotros evocamos nuestra merienda escolar?
Al final, estos productos extintos nos recuerdan que la infancia no se mide en gramos de azúcar, sino en momentos que perduran mucho después de que el último bocado desaparece.
Y eso es algo que ninguna regulación alimentaria podrá quitarnos.
Dudas frecuentes
¿Por qué desaparecieron tantas marcas de golosinas?
Cambios en regulaciones, fusiones de empresas y nuevas tendencias de consumo las volvieron inviables.
¿Alguna marca extinta ha regresado?
Sí, casos como Surge (EE.UU.) y Frukt (Brasil) muestran que el revival es posible.
¿Dónde puedo encontrar productos discontinuados?
Algunos se venden en marketplaces como eBay o en grupos de coleccionistas.