Ir al cine en los 90: boletos de papel, promociones de combos y salas que ya no existen

Ir al cine en los 90
Ir al cine en los 90

Ir al cine en los 90 era más que un simple entretenimiento: era un ritual social, un escape de la realidad y, en muchos casos, un lujo que requería planificación.

A diferencia de hoy, donde un clic en el celular garantiza la entrada, en esa década cada visita al cine tenía un proceso casi ceremonioso.

Desde hacer fila en la taquilla para conseguir los boletos físicos hasta revisar el periódico para ver los horarios, todo formaba parte de una experiencia que hoy parece de otro mundo.

Las salas de cine eran templos de asombro, donde el sonido envolvente (aunque aún no Dolby Atmos) y la pantalla gigante hacían que hasta la película más mediocre se sintiera épica.

¿Por qué sigue fascinando esta época? Quizás porque, en la era del streaming, extrañamos la magia de lo analógico, de lo que no se podía pausar ni rebobinar.

O tal vez porque, como dice Martin Scorsese, “el cine no es solo ver una película, es vivirla”, y en los 90, eso se sentía literalmente.


La ritualidad de comprar un boleto de papel

El simple acto de ir al cine en los 90 comenzaba mucho antes de entrar a la sala. No existían las apps ni las reservas online.

Había que llegar temprano, revisar el cartel luminoso de la taquilla y elegir entre las pocas funciones disponibles.

Los boletos no eran digitales, sino trozos de papel grueso, a veces con diseños que hoy serían piezas de colección.

En cines como el Rivoli en Río de Janeiro o el Cine Mark en Bogotá, las taquillas manuales eran la norma. El sonido de la máquina perforando la fecha y hora en el ticket era parte de la experiencia.

Muchos espectadores guardaban esas entradas como recuerdos, algo impensable hoy con los códigos QR efímeros.

Según un informe de la National Association of Theatre Owners (NATO), en 1997 solo el 15% de las salas en Latinoamérica tenían sistemas computarizados.

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El resto dependía de planillas escritas a mano y calculadoras. Era común que, si la función estaba llena, el taquillero simplemente anunciara: “¡No hay más entradas!”, sin opción a lista de espera.


Promociones de combos: Ir al cine en los 90

Las estrategias de marketing de los cines en los 90 no dependían de algoritmos, sino de ingenio. Las promociones eran tan llamativas que muchas veces el combo era más memorable que la película.

“Llévate un balde de palomitas gratis con dos entradas” o “Refill ilimitado los miércoles” eran ofertas que hoy parecen sacadas de otra época.

En México, cadenas como Cinépolis y Cinemex popularizaron el “Martes de 2×1”, una tradición que generaba colas interminables. En Argentina, el Hoyts Abasto ofrecía combos familiares con golosinas incluidas, algo que hoy sería considerado un lujo.

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Un caso emblemático fue la campaña de “El Rey León” (1994), donde algunos cines regalaban máscaras de los personajes con la compra de un combo especial.

Estas tácticas no solo aumentaban las ventas, sino que convertían la ida al cine en un evento inolvidable para los niños.


Salas de cine que se convirtieron en leyenda (y otras que desaparecieron)

Algunos cines de los 90 eran más que salas de proyección: eran íconos culturales. El Cine Florida en Buenos Aires, con su estilo art decó, o el Cine Las Américas en Monterrey, donde se estrenaban las películas de acción más esperadas.

Sin embargo, no todos sobrevivieron. El Cine Rex en São Paulo, que en los 90 era el lugar para ver estrenos de Hollywood, cerró en 2002.

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Lo mismo pasó con el Cine Continental en Lima, un lugar que en su época de oro llegó a tener tres salas simultáneas.

Hoy, algunos de estos espacios se han reconvertido. El Cine Tonalá en la Ciudad de México, por ejemplo, pasó de ser una sala tradicional a un centro cultural con proyecciones, obras de teatro y hasta un bar. Una adaptación necesaria en tiempos donde el streaming domina.

Ir al cine en los 90
Ir al cine en los 90

El sonido de los proyectores de 35mm y la espera ansiosa por los estrenos

Antes del DCP y las descargas en alta definición, el cine dependía del celuloide.

El ruido característico del proyector de 35mm era parte de la experiencia, al igual que los segundos de espera antes de que comenzara la película. A veces, la cinta se trababa y el público aplaudía o abucheaba hasta que se solucionaba.

No existía la inmediatez de hoy. Si te perdías un estreno, había que esperar meses a que llegara al videoclub o a la televisión.

Películas como “Parque Jurásico” (1993) o “Misión Imposible” (1996) eran eventos que solo se vivían en pantalla grande.


¿Era mejor el cine antes? Una pregunta con múltiples respuestas

Comparar el cine de los 90 con el actual es injusto. No era mejor ni peor, era distinto. Hoy tenemos tecnología 4K, asientos reclinables y hasta servicio de comida en la butaca. Pero se perdió algo: la emoción de lo impredecible.

Según un estudio de Statista, en 2024 el 72% de los espectadores prefiere ver películas en casa. ¿Por qué? Por comodidad, pero también porque la experiencia colectiva del cine ya no es la misma.


El cine como un concierto en vivo

Asistir al cine en los 90 era como ir a un recital de rock. La energía del público, los aplausos en las escenas épicas, los gritos en las de terror. Hoy, aunque la calidad del sonido y la imagen son superiores, la experiencia se ha vuelto más individual.


Ejemplos: El fenómeno de “Titanic” (1997) y la obsesión por repetir la experiencia

“Titanic” no fue solo un éxito de taquilla, fue un fenómeno social. La gente iba al cine una y otra vez, algo raro hoy. No solo por la historia, sino por la experiencia compartida.

Para más información, consulta:


Antes de Marvel, sagas como “Star Wars” o “Matrix” tenían estrenos a medianoche con fans haciendo fila desde horas antes. Era un ritual que hoy solo sobrevive en convenciones.


Conclusión: Nostalgia vs. progreso,Ir al cine en los 90

Ir al cine en los 90 no era solo ver una película; era un ritual que comenzaba desde la planificación hasta el momento en que las luces se apagaban.

Hoy, en la era del streaming y las reservas online, la experiencia se ha vuelto más individual, más rápida, pero también más fría.

Extrañamos la textura áspera del boleto de papel, el crujido del balde de palomitas al abrirlo por primera vez, las risas sincronizadas de un público que no estaba pendiente del teléfono.


Dudas frecuentes (Ir al cine en los 90)

¿Por qué los cines de los 90 tenían más encanto?
No era solo la tecnología, sino la experiencia completa: desde comprar el boleto hasta compartir la película con desconocidos.

¿Qué cines emblemáticos de los 90 siguen abiertos?
Algunos, como el Cine Tonalá en México o el Cine Hoyts Abasto en Argentina, se han reinventado.

¿Volverán las promociones de combos como antes?
Es difícil, pero algunas cadenas están experimentando con experiencias retro para atraer audiencias.